Ignacio Martin Mauri
Columna para El Mercurio
Cuando era joven mi abuela, muy preocupada, me dijo que tuviese cuidado con las computadoras porque tenían virus. Evidentemente mi abuela nunca entendió una tecnología que nos ha hecho la vida mucho más sencilla. Para ella era una fuente de ansiedad. Desde la democratización de la Inteligencia Artificial (IA) yo estoy sintiendo lo mismo.
Cuando era niño tenía que aprender muchas cosas de memoria, y lo que no sabía lo tenía que buscar en la enciclopedia. Tenía además que saber orientarme con un plano. Pero lo más difícil era cuando, siendo adolescente, llamaba a casa de la chica que me gustaba y contestaba su padre. Nada de esto es necesario hoy en día. Los buscadores han vuelto superflua la memoria y las búsquedas en la biblioteca; las aplicaciones nos dicen por dónde ir, y los mensajes hacen innecesario tener una conversación sincrónica. Todo es más sencillo.
Ahora llega la IA para hacernos la vida aún más fácil. Ya no hace falta saber analizar, sintetizar, ni tener capacidad crítica. La versión básica de ChatGPT ya es capaz de hacer todo eso. Ni siquiera necesitamos ser creativos, también hay aplicaciones que crean. Esa foto, presentación, video, poema o ensayo lo puede generar una máquina en pocos segundos. Y estas son versiones iniciales que seguirán mejorando exponencialmente durante muchos años.
Ante el desarrollo acelerado de las capacidades artificiales, me pregunto qué competencias seguirán siendo esencialmente humanas. Si las máquinas son capaces de hacerlo mejor, ¿qué habilidades deberíamos desarrollar? ¿Qué debería aprender mi hija en el colegio para prepararse para el mundo en el que va a vivir? No lo sé.
Algunos dicen que no me preocupe, que ella tendrá una vida más sencilla con todas estas aplicaciones resolviéndole sus problemas. El propio Sam Altman CEO de OpenAI tampoco ve problema. Dice que los seres humanos nos acostumbramos a los cambios, como ya hicimos en su momento con internet. Y eso es cierto. Los seres humanos nos adaptamos, pero no solo a lo bueno. También nos acostumbramos a la soledad, a trabajar bajo un stress continuo, e incluso a vivir confinados durante la pandemia.
Que seamos capaces de adaptarnos a una vida más sencilla no la convierte necesariamente en una vida mejor. Puede incluso que sea un cambio a peor. Quizás tuviera razón una frase que leí hace mucho que decía que “la vida moderna cada vez tiene más de moderna y menos de vida”. Pero también es posible que todas estas preocupaciones sean absurdas y que esté tan equivocado como lo estaba mi abuela. Si la IA no es potencialmente un gran problema, entonces seré yo, que simplemente me estoy haciendo viejo.
