Columna publicada en El Mercurio
Angela Merkel partió diciendo que esta era la crisis más importante que Alemania estaba enfrentando desde la II Guerra Mundial. Donald Trump partió diciendo que esta no sería una crisis que afectaría a Estados Unidos. Merkel dijo que un 70% de los alemanes sería contagiado por el virus y tomó medidas claras para contenerlo. Trump se declaró muy tempranamente victorioso y las escasas medidas que tomó fueron erráticas. La canciller alemana apeló a la solidaridad como valor para movilizar a la ciudadanía a tomar responsabilidad en la pandemia. El presidente estadounidense solo ha apelado a la importancia de mantener en marcha la economía, con el no declarado pero obvio interés de lograr su reelección en noviembre.
Merkel y Trump tienen un relato para enfrentar esta crisis, que se deja traslucir a través de cada intervención que hacen y de cada decisión que toman. Y lo mismo todo mandatario de un país y toda cabeza de una organización. Mejor o peor elaborados, estos relatos son indispensables en momentos de crisis, y pueden resultar más o menos efectivos para orientar a las personas en cómo enfrentarla. Por el momento, el relato de Merkel ha sido más efectivo que el de Trump, ¿qué duda cabe?
Pero qué hay detrás de esta tan manida idea de relato. En simple, los relatos son una ficción, un cuento que nos contamos, una abstracción que nos permite entender hechos aislados que en ese cuento cobran un sentido. Son interpretaciones de la realidad que, cuando son compartidas por muchos, invitan a identificarnos con quienes no conocemos y a cooperar con ellos. Y aquí está la clave, en la cooperación que surge de esa identificación, de ese nosotros que se constituye a partir de muchos otros.
Si la cooperación es válida en tiempos normales, imagínese cuánto más lo es en tiempos de crisis e incertidumbre. En circunstancias como las actuales el relato tiene por propósito enfrentar unidos el desafío, y ese unidos va desde los miembros de una familia hasta los líderes de las naciones, pasando por quienes son parte de una empresa o por los vecinos de una comunidad. Sin esa unidad, y dada la magnitud de la crisis, el desafío se vuelve inabordable.
¿Desde dónde construir unidad y cómo formular el desafío? La clave está en los valores, que son la esencia de un buen relato. Son los valores compartidos los que generan unidad; son los dilemas valóricos los que están detrás del desafío. Volvamos a Merkel y a Trump. Ella apela a la solidaridad y recurre a ese proceso profundo que para Alemania fue erguirse después de la II Guerra Mundial, reforzando desde ahí la unidad, y lo logra. Él opta por la vieja estrategia de buscarse un enemigo externo, el “virus chino”, para generar unidad, pero produce división. Ella entiende que el ineludible conflicto entre salud y economía debe balancearse en pro de aquella al comienzo, porque es la más sentida fuente de vulnerabilidad para sus ciudadanos, y de ahí mover la balanza gradualmente hacia la economía. Él muestra nula empatía con esa vulnerabilidad e inclina desmesuradamente la balanza hacia la economía desde el primer día.
Son opciones. Unas más efectivas que otras para generar unidad, y para definir y enfrentar el desafío. Como sea, lo que nadie que encabece un país o una organización debería permitirse en una crisis como esta es no elaborar un relato y limitarse a la gestión. Si bien esta última es una pieza indispensable, no es suficiente. Así como un buen relato sin una buena gestión es como construir castillos en el aire, una buena gestión sin un buen relato es como picar piedras sin mostrar el castillo que se está construyendo. Una buena gestión se queda en aspectos solo racionales, desatendiendo los aspectos valóricos y emocionales, que cobran especial fuerza en momentos de crisis e incertidumbre.
Quizás en esto último haya una clave a la que el Gobierno chileno podría poner atención. Porque, pasada la emergencia, la gestión ya no será suficiente, como tampoco lo fue después de la reconstrucción de 2010. Más temprano que tarde habrá que aludir a valores y recordar esa frase de Antoine de Saint Exupery: “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar maderas, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo por el mar libre y ancho.»