Marcela Ferrari
¿Por qué un hombre querría comprometerse en este desafío? La respuesta simple es porque la equidad de género nos abre la posibilidad de construir una mejor sociedad y en ese entendido es una gran oportunidad para ellos, los varones, también.
Si pensamos que la franja de personas que va de los 14 a los 29 años de edad constituye la generación más numerosa de la historia (también la más conectada) y nos preguntamos cómo es que los chicos varones de ese grupo se proyectan en el mundo del trabajo, probablemente una de las aspiraciones más transversales, entre otras, es la de poder equilibrar trabajo y familia, trabajo-familia-pareja, trabajo-vida personal, y ganar así en equilibrio y bienestar personal y colectivo. Quienes en esta franja se proyectan con hij@s, esperan estar muy presentes y desarrollar relaciones profundamente involucradas con ell@s. Quienes lo hacen con parejas, esperan que sus parejas (sin importar el género) tengan la posibilidad de comprometerse en sus carreras profesionales y desarrollar su potencial desplegando su mayor aporte.
¿Cómo avanzamos en construir una sociedad en que estas aspiraciones sean posibles? La equidad de género, en los distintos dominios en que ésta puede manifestarse, puede ser un camino. Y probablemente una buena respuesta es asumir el desafío de avanzar en ella de manera compartida, varones y mujeres .
Si nos centramos en el foco de “reclutar varones para ese camino”, vale la pena mostrar (especialmente para los varones) el win win de avanzar en equidad de género como una palanca para una mejor sociedad.
Hace ya más de 100 años, en un artículo publicado en un diario neoyorquino, el periodista Floyd Dell escribía (una frase que parece muy actual): «El feminismo hará posible por primera vez que los hombres sean libres».
¿Libres de qué? Libres del peso de lo que la construcción social de la masculinidad les impone como mandato (en distintos contextos), aunque esa libertad también implique pérdida de grandes privilegios, por cierto.
Entender la masculinidad y sus mandatos como una construcción social que cambia de una cultura a otra, en una misma cultura a lo largo del tiempo, y también durante el transcurso de la vida de cualquier hombre individualmente; nos abre la posibilidad de deconstruir y cambiar intencionadamente ese constructo.
La masculinidad es un hacer cotidiano que se va construyendo en el contexto de ciertas normas sociales, por lo que es posible un hacer distinto, una expresión distinta de la masculinidad, que desafíe (con las pérdidas que eso implica, frustrando expectativas, siendo castigad@s y negociando) esos mandatos profundos y arraigados que nos exceden y nos preceden en nuestra individualidad.
Un ejemplo de lo desafiante que puede ser caminar como varón (y también como mujer, por cierto) en este “hacer distinto”, es el hecho de que en nuestro país, durante el 2022, solo el 0,22% de los hombres que fue padre usó el postnatal parental, beneficio que permite que la madre traspase algunas semanas para que sea el padre quien cuide al recién nacido.
Progresar hacia sociedades, organizaciones, comunidades y familias más justas, más equitativas, que nos permitan desplegar nuestro potencial humano, más allá de nuestro género y sin que nos tome 130 años hacer el camino, solo es posible si sumamos a las fuerzas la voz de la masculinidad, desafiándose y desafiándonos a recorrer la ruta de manera distinta.