Pocos dudan de que el mundo será un lugar distinto luego de esta pandemia. Los más optimistas, más allá de la crisis económica, la reconfiguración de industrias y la desaparición y aparición de nuevos negocios, han visto una oportunidad para transformar las organizaciones y las formas en que se relacionan con su entorno. Ya sea porque el teletrabajo ha mostrado sus beneficios, porque el cielo limpio después de meses de casi nula actividad nos llevaría a darle el peso que tiene el cambio climático en nuestras vidas o porque la actitud ejemplar de algunas corporaciones durante la crisis nos ha mostrado que «si era posible», las organizaciones del futuro serán entonces organizaciones más sostenibles.
En estos tiempos difíciles se nos muestran con meridiana claridad los costos de no cambiar, pues sin lugar a duda la sobrevivencia está en juego y cualquier precio parece pequeño frente a la alternativa de desaparecer. Pero ¿qué se viene por delante?
Sin embargo, durante esta crisis, algunos podrían estar viviendo lo que podemos denominar el embrujo del cambio: un lugar forzado por circunstancias externas – la pandemia – que obliga a modificar rutinas y prioridades para mantenerse a flote, pero donde al no saber en realidad muy bien qué está sucediendo, su duración o cuál es el camino correcto, proyectan desde esa incertidumbre y desde las condiciones presentes el futuro.
Este cambio circunstancial es evidente y una condición necesaria pero no suficiente para adaptarse al futuro; puede ser un embrujo que nos haga creer que capear la ola con algunos ajustes forzados exógenamente nos permitirán aprender para seguir existiendo.
En estos tiempos difíciles se nos muestran con meridiana claridad los costos de no cambiar, pues sin lugar a duda la sobrevivencia está en juego y cualquier precio parece pequeño frente a la alternativa de desaparecer. Pero ¿qué se viene por delante? De manera similar a una persona que, con antecedentes de tabaquismo e hipertensión, luego de un accidente vascular jura agradecido frente al médico que dejará el cigarrillo y los festines altos en grasa, sólo para estar 2 años después nuevamente en el quirófano; las empresas y organizaciones juran hoy que cambiarán para sobrevivir, pero al igual que el paciente, deben hacer consciente y sostenido ese cambio para adaptarse efectivamente al futuro.
Para aquellos que sobrevivan llegará un momento en que los costos – no sólo financieros – de seguir en modo emergencia irán incrementándose y lentamente serán tentados a volver a hacer las cosas de la manera en que se hacían antes, retornando a la «normalidad». Así las cosas, reinventar no sólo el negocio, sino que aprender de las nuevas formas y los múltiples experimentos que hayan surgido durante la pandemia, manteniendo esos aprendizajes que los han conectado con su entorno, serán clave para su sostenibilidad futura.
«La historia la escriben los vencedores» decía George Orwell y, de manera similar, podemos plantear que el futuro será definido por quienes supieron vencer y dominar el arte de la adaptación, yendo más allá del cambio circunstancial.
El orden mundial, social y económico que hoy conocemos es fruto de siglos de evolución y adaptación de la humanidad a las distintas circunstancias y hechos que a una determinada generación le tocó enfrentar. Desde las pestes bíblicas, las cruzadas, o las más recientes guerras mundiales y varias crisis económicas se ha moldeado nuestro presente. «La historia la escriben los vencedores» decía George Orwell y, de manera similar, podemos plantear que el futuro será definido por quienes supieron vencer y dominar el arte de la adaptación, yendo más allá del cambio circunstancial.