La Queja: ¿Nos seguimos lamentando o enfrentamos este nuevo mundo intenso y volátil?

 “No he tenido ni un momento para levantar la cabeza” es una frase recurrente que escuchamos de parte de altos ejecutivos que deben lidiar con las tensiones habituales de su trabajo, sacar el día a día, manejar equipos y, desde el inicio de la pandemia, batallar además con el teletrabajo, la reunionitis, las teleclases, las tareas domésticas y la familia en un espacio reducido. Todo además en un contexto social y político tremendamente movido, en un año electoral complejo e incierto, y una Convención Constitucional que promete remover las bases institucionales con las que hemos venido funcionando. Y como si no fuera suficiente, con consumidores cada vez más empoderados, una difícil situación económica global y una crisis climática que, aunque ha perdido titulares, sigue estando presente, acechando nada más y nada menos que nuestra sobrevivencia futura. 

Si queremos agregar más ingredientes, sumemos la transformación digital que sí, es un gran aporte y nos promete muchos beneficios, pero que también representa un tremendo desafío para las organizaciones y las personas, en términos de sus competencias, de sus costumbres y, claro, por supuesto también de recursos. Es claro que ello, también, debemos abordarlo desde las metodologías ágiles e implementando un e-commerce funcional con una app de última milla que, idealmente, no demore más de 2 horas en llegar a destino.

No podemos olvidarnos que pareciera que nuestros créditos hipotecarios han subido, más de lo que estábamos acostumbrados, pues parece que a todo lo anterior, debemos considerar una crisis inflacionaria, una enfermedad que pensábamos erradicada y que la mayoría de las nuevas generaciones y empresas no conocen. Por supuesto que lo anterior no estaría completo si no nos diéramos cuenta de que hay poco stock de materiales, de mano de obra y que, aunque el delivery es capaz de llegar en 24 horas, la verdad es que detrás hay un embarque de oriente que se ha atrasado por las medidas sanitarias. 

Por supuesto que en las conversaciones de pasillo no puede faltar el jefe descriteriado o el directorio poco empático, que además está compuesto en un 90% de puros hombres, blancos y heterosexuales. Agreguemos, porqué no, probablemente guatones. ¿Qué ha pasado con la integración de la diversidad y el rol de la mujer? No podemos olvidar también que, sólo el mes recién pasado, las empresas tornaban sus logos al arcoíris para conmemorar el pride.  

Y, finalmente, no podemos dejar de lado las tensiones internacionales, el auge de oriente y el nuevo orden mundial. Mal que mal, la economía chilena representa apenas un 0,3% de la economía mundial, y lo que pase del otro lado del Pacífico y de la Cordillera, en una economía abierta como la nuestra, nos pega, y nos pega fuerte.

Mucho ¿no? Y probablemente nos quedemos cortos en la complejidad y detalles de cómo este contexto nos está impactando a cada uno, en este nuevo mundo intenso y volátil. Para las empresas no es distinto, pero con la complejidad de que ciertas estructuras rígidas dificultan sus cambios, complicando asumir los costos culturales y económicos que abordarlos implican. 

Es aquí la donde la resiliencia, entendida como la capacidad de adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos, que da paso a la capacidad adaptativa será la que nos permitirá evolucionar de manera constante. Pero esto implica también parar, pensar, ver en perspectiva las situaciones, poner límites, equivocarse y volver a intentarlo. Si, leyó bien: equivocarse y volver a intentarlo. Se trata de entender que estamos frente a un tiempo de aprendizajes más que de fracasos, cosa que han aprendido muy bien los emprendedores, pero no tanto los ejecutivos boomers, hijos y nietos de las escuelas presenciales y de mandos verticales.

Y sí, podemos vivir los cambios como un listado interminable de quejas sobre el mundo que nos tocó vivir, o enfrentarlo – paso a paso– pero enfrentarlo. ¿O no?.