CLA Insights – ¿Expertos en qué?

Alexandra Montenegro, Lud Márquez, Cristián Irarrázaval y Daniela Chaves.

“Sólo sé que nada sé”, decía el conocido filósofo griego Sócrates. Y vaya qué cierto: mientras más avanza la tecnología y el acceso a la información se democratiza, muchas veces la sensación es que cada vez nos sentimos más desinformados.

El exceso de información ha provocado una sensación de abrumamiento: “¿dónde busco la información?, ¿en qué fuentes confío?, ¿por dónde empiezo?, ¿para qué me informo?”, son sólo algunas de las interrogantes que surgen en esta era del conocimiento que se caracteriza por la rapidez con la que se obtiene lo que se busca y la cantidad excesiva de información disponible. 

Justamente, por esta facilidad con la que se encuentra la información, aumentan las posibilidades para que las personas adquieran conocimientos técnicos de forma autodidacta: más de alguno conocerá a esa persona que toca guitarra gracias a Youtube, o aprendió a hacer pan por algún canal de cocina, o practica algún idioma gracias a Duolingo. Hoy predominan las personas que, en busca de aprender algún conocimiento en específico que sea de su interés, buscan esa información donde más fácil les resulte. De hecho, según GlobeNewswire (2023), se espera que el mercado del e-learning alcance los $457.8 mil millones para 2026. 

A partir de esto surge la problemática que confunde los tipos de aprendizaje: el adquirir información con la formación, ese cambio de mentalidad que implica adquirir nuevos hábitos y adoptar nuevos conocimientos. El aprendizaje transformacional tiene, por principal característica, el desafiar paradigmas e ideas preconcebidas; en cambio, al adquirir información solo se requiere absorber, memorizar y practicar el conocimiento. El problema actual -con el que nos enfrentamos facilitadores y coaches en nuestras distintas áreas de expertise- es que nos hemos dado cuenta que el conocimiento cambia constantemente, que la manera en la que hemos venido formando parece quedarse en el pasado, parece no ser suficiente y lo que profundiza este problema, es que tampoco sabemos cómo se hará en un futuro cercano.

En otras palabras, llevamos años formando a las personas de la manera en la que -se creía- era la correcta y donde la entrega de información era lo más importante. Sin embargo, los tiempos actuales nos ponen en un lugar de incomodidad y no sabemos cómo seguir haciendo nuestro trabajo. Nos enfrentamos a un escenario de total incertidumbre. La única certeza que tenemos es que contamos con la disposición para aprender a hacer las cosas de otra manera.

Junto con eso, vemos que el facilitador, es decir, el coach o el experto que se pone a la cabeza de un proceso de aprendizaje, ya no es el único que entrega el conocimiento y es el responsable del proceso de formación. Las personas tienen mucho más poder de decisión sobre lo que aprenden y cómo quieren aprender al tener más acceso a la información. En ese sentido, el conocimiento es mucho más horizontal y dinámico: nuevas teorías, hallazgos, tecnología, prueban que el conocimiento está en un constante cambio.

Por lo mismo, es relevante considerar que en un mundo donde todo cambia aceleradamente es necesario también aprender rápido y de manera efectiva: la industria del fast-learning -que exige a las personas desarrollar la capacidad de ser ágiles aprendiendo- está en crecimiento, como lo corrobora la popularidad de las plataformas de aprendizaje en línea como Coursera, LinkedIn, edX, Udacity y Udemy, que han experimentado un aumento significativo en el número de usuarios registrados. Por ejemplo, Coursera ha superado los 82 millones de usuarios en más de 190 países, mientras que LinkedIn informó tener más de 900 millones de miembros registrados a enero de 2023, en más de 200 países, y 141 millones de ellos en América Latina, según datos de Forbes. Sin embargo estas nuevas tecnologías y soluciones parecen ser más eficientes para un tipo de aprendizaje que llamamos técnico, es decir, para problemas conocidos que tienen una solución conocida. Ahora, ¿qué sucede con el aprendizaje complejo, profundo, transformativo, que implica cambios en la manera en que las personas hacen las cosas? ¿Cómo innovar también en esta dimensión del aprendizaje?

A partir de todo esto surge una tremenda incógnita: no sabemos cuál es el camino para avanzar. Este cambio de paradigma nos deja “tambaleando en un precipicio”. Lo que venía funcionando ya no funciona. Sin duda alguna, los facilitadores y coaches somos parte del problema y no estamos exentos a sufrir las consecuencias de estos cambios. De hecho, ya lo estamos viviendo. Si queremos seguir en este juego, necesitamos revisar qué necesitan aprender las personas, qué habilidades y capacidades necesitan desarrollar para poder cumplir con sus expectativas y poder serles útil. Y nosotros, desde nuestro rol de facilitadores, necesitamos reaprender y replantear nuevas maneras de acompañar y apoyar un aprendizaje transformativo. Y ante este escenario, ¿cómo seguimos avanzando? 

Tenemos claro que no tenemos soluciones, pero pareciera ser que lo intuitivo va adquiriendo cada vez más valor en las nuevas formas de aprender. En un mundo digitalizado y rápido, la intuición -capacidad de salirnos de paradigmas racionalistas, materialistas, reduccionistas y positivistas- se vuelve relevante para adaptarse, tomar decisiones y aprender de manera autónoma. Las nuevas tecnologías y enfoques pedagógicos deben fomentar estas habilidades, valorando la creatividad y el pensamiento crítico. Integrar lo intuitivo en la educación es una tendencia en alza para enfrentar los desafíos del futuro de manera innovadora.

Para eso, hay ciertas herramientas que deberemos trabajar: la innovación, la capacidad adaptativa, el ser capaces de sostener el desequilibrio y la incertidumbre, identificar las pérdidas, navegar en la complejidad y, sin duda alguna, llenarnos de valentía.

El mundo nos cambió el paradigma, nos dijo: “hasta acá llegamos haciendo las cosas así, ahora o se adaptan o mueren”, como decía Darwin, y nosotros lo que sí tenemos claro, es que no nos queremos morir. Queremos poder dar la vuelta y seguir en el camino.