Gregorio Etcheverry
Columna para El Mercurio
Resulta interesante observar lo que está pasando en la selección chilena de fútbol masculina. Un director técnico que habla poco, que evade los temas difíciles en vez de enfrentarlos y que es incapaz de componer las relaciones dentro de su equipo. Podríamos personalizar el problema en él o tomar perspectiva y entender que detrás de su comportamiento hay rasgos muy similares al de la mayoría de los ejecutivos de las empresas del país.
Luego de un pasado reciente de éxitos con dos copas américas consecutivas, el equipo nacional cayó en una etapa de decadencia sin haber podido lograr su madurez como organización ni recambio para el talento. Para salir de la crisis, se vivieron cambios en la administración tras la escandalosa salida de Jadue y la renuncia de Sampaoli. Recuperar la credibilidad y ordenar la casa fueron los focos de atención de Salah. ¿Habrá vivido algo similar en su empresa, sin lograr los resultados esperados?
Dentro de este contexto, aparece don Reinaldo Rueda. Con suficientes credenciales asumió la dirección técnica. Sin embargo, casi un año y medio después de su llegada, hoy se hace evidente el nulo progreso del equipo: sin una identidad de juego, con el camarín fracturado y la hinchada desafectada con su selección, o acaso ¿usted sabe cuándo y contra quién debuta Chile en la Copa América?
O sea, hablamos de cultura, talento y del tradicional gerente chileno. Con estudios de posgrado en el extranjero, experto en su materia y con un excelente curriculum, pone el foco en los resultados del negocio, más que la organización en sí misma. Por lo tanto, sus equipos no saben mucho para dónde van, ni cuál es la estrategia ni menos el propósito o sueño que hay detrás de su trabajo. ¿Cuál es el relato de la selección nacional? ¿Qué se está haciendo? ¿Hacia dónde quiere Rueda llevar a la selección? No lo sabemos. Y lo más seguro es que su equipo tampoco lo sepa.
La disputa entre Bravo y Vidal y los bandos que hoy tienen al camarín fracturado se arrastra hace más de un año y todo sigue igual o peor. Lucha de egos y diferentes niveles de compromiso y profesionalismo. ¿Será que el entrenador evade el tema en vez de enfrentarlo por miedo a ganarse un problema?
Los ejecutivos muchas veces evitan las conversaciones difíciles por miedo a perder la aceptación de algunos del grupo o para cuidar el buen clima. “Es que en esta empresa la persona que desafía y pone los problemas sobre la mesa la tildan de conflictiva”. Esta es la frase común que uno escucha como consultor de organizaciones.
Del deporte podemos sacar interesantes lecciones y preguntas: ¿Cuántos Reinaldo Rueda hay en su organización? ¿Cuántos “conflictos” internos tiene en su equipo que no se han abordado? Quizás sea hora de empezar a hacer algo si es que no quiere bajar a la B y dejar de ser un actor competitivo en el mercado.