Durante todo este tiempo hemos sido testigos de las nuevas capacidades que están mostrando las empresas debido a la crisis que ha representado el Covid. Ejemplos hay de sobra: líneas aéreas modificando sus protocolos; compañías de seguro desarrollando pólizas orientadas a proteger a personas con teletrabajo; retail corriendo para llegar a las casas de sus compradores en menos tiempo. Esto, producto de la visión adaptativa de muchas personas ejerciendo liderazgo en sus compañías, lo que les ha permitido moverse hacia una nueva realidad.
Junto a ICARE, en CLA Consulting llevamos dos años observando, a través del “Estudio de Cultura Digital”, cómo la cultura de las empresas –en la medida que se vuelve más digital– pasa a ser más dinámica, más inclusiva y más eficiente.
Hay dos temas fundamentales si se quiere avanzar hacia una mayor capacidad adaptativa en este contexto digital: uno es la formación de equipos con autonomía y dos, permitir que la organización tenga espacios en que puedan probarse los avances tempranamente, sin temor al error. Este último tema es clave si se quiere poner la agilidad y la innovación como un must en el negocio.
La autonomía que un equipo tiene es vital. Y ésta solo puede promoverse con liderazgos que delegan, que observan y que consideran la opinión de sus colaboradores. En 2019 medimos por primera vez este ítem en el recién mencionado estudio y lo volvimos a hacer en 2020, reflejando una buena nueva: el nivel de personas que declara una alta posibilidad de tomar decisiones sin chequear constantemente con la jefatura subió de 38% a 49,3% en un año. Un salto probablemente impulsado por el teletrabajo forzoso. Esperamos que el 2021 este grupo suba a más de la mitad de los ejecutivos que responden a nuestra encuesta, dado que el porcentaje aún es bajo para los grandes desafíos que están enfrentando los equipos corporativos.
Respecto del segundo punto, que es la posibilidad de “probar tempranamente” las ideas; éste tiene directa relación con la agilidad, clave en una cultura de innovación. Da pie para estar constantemente experimentando, generando nuevo valor y de ser el caso, permite “fracasar” rápido y no cuando el producto está terminado (lo que es muy costoso). La agilidad posibilita salir con “mínimos productos viables” para ser mostrados al cliente y a partir de ahí ir mejorando el producto.
Esta pregunta también mostró un alza en 2020, de 6,1 puntos porcentuales. Nos parece muy interesante que los resultados –a pesar de ser aún bajos– muestran que en todo tipo de empresas y en todos los segmentos de cargos, este punto va subiendo.
Probablemente la historia escribirá que la pandemia fue la que marcó el punto de no retorno con respecto al advenimiento de la transformación digital, la que debe poner verdaderamente al centro a las personas, y que nos obliga a ser más autónomos, ágiles y sobretodo, adaptarse sin tener temor al error.